Cuando se visita el templo y convento de Santa Catalina se aprecian los muros de piedra granito que en la época de los Incas formaron el edificio donde se mantenían aisladas a las escogidas o aellas del Sol. Eran cientos de mujeres, bellas y vírgenes, que los pueblos sometidos entregaban al Inca como una especie de tributo.
Enclaustradas desde muy niñas eran dedicadas a servir a distintos fines. Unas estaban destinadas exclusivamente al culto al Sol, y otras a acercentar el fuego sagrado o a atender al Inca y a sus jefes.
La prohibición de ingresar al Palacio de las escogidas era observada rigurosamente y nadie osó profanar el recinto.
Los restos que se conservan de este Palacio destancan por su sólida construcción y la precisión con que se unieron las piedras, tal como se observa en el muro exterior de la calle Arequipa.