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Entre los palacios incaicos re­pletos de oro, destacaba, reful­gente, el Coricancha “El Cerco de Oro”, el Templo del Sol, cuyas riquezas han sido narradas por los asombrados cronistas españoles como dignas de las mil y una noches.

Las ruinas de este fabuloso templo, convertidas en muros y cimientos del templo y convento de Santo Domingo, son todavía un testigo elocuente del alto grado que alcanzó la arquitectura incaica.

El templo del sol estaba cir­cundado de una cornisa de oro puro de un ancho de dos palmos y cuatro dedos que destellaba sobre sus muros de piedra azul.

Las paredes del Templo, que según los cronistas tenían en las junturas de sus piedras oro derre­tido, estaban revestidas íntegra­mente, como de tapicería, de planchas de oro.

Toda la vajilla era de oro y plata: cántaros, queros o vasos sagrados, platos, etc.

“En el Jardín del Sol todo era de oro y piedras preciosas: los terrones del suelo, los caracoles y lagartijas, las yerbas y las plan­tas, los árboles con sus frutos de oro y plata, las mariposas de leve y calada orfebrería, el gran mai­zal con hojas, espigas y mazorcas de oro, veinte llamas de oro de tamaño natural con sus recenta­les, pastores y cayados, todos vaciados en oro.”

En el Santuario del Sol, sobre la piedra severa refulgía el disco del Sol “de oro macizo como una rueda de carro”. La estatua del Sol llamada Punchau, con figura humana y del tamaño de un hom­bre, trabajada toda en oro finí­simo con exquisita pedrería, su figura de rostro humano, rodeada de rayos era también maciza.

El Santuario estaba formado de varias capillas dedicadas al culto, entre las que destacaba el mencionado Templo del Sol, del que sólo queda un gran muro semicircular.

Los restos momificados de los Incas se guardaban filados en este Templo cubiertos de joyas de oro.

Los templos dedicados a Ve­nus y a la Luna, de distribución similar, tenían fines diferentes. El primero servía para que el Inca presenciara los ritos y sacri­ficios, y el segundo para reunir las momias de las Collas o muje­res del Inca.

En otras secciones se veneraba al Relámpago, al Trueno, al Rayo; mientras que en la Sala de Sacrificios se colocaban ofren­das.

El Arco Iris tenía también un templo y el Recinto Sacerdotal estaba destinado al encargado del adoratorio.

Este lugar esta incluido en nuestro recorrido por la ciudad de Cusco, si deseas mas informacion acerca del tour completo por al ciudad de Cusco, envianos un mensaje

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